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jueves, 10 de enero de 2013

Tandil: Quienes son los responsables del Crimen de Stanislao Giacone?


OPINION - JUAN PERONE

El fracaso

Hay muchos “Jonys” en Villa Aguirre, en Palermo, en Movediza, en Tunitas. Hay muchos hijos del desamparo, de la violencia, el abuso y de la pobreza estructural. Son, todos ellos, lo peor de nuestros sueños de bienestar. Organismos de Nación, Provincia y Municipio son ineficientes para resolver esta cuestión. Pecan de burocracia, tardanza y de insensibilidad.
 por Juan Perone    www.politicatandil.com                                                                                                                           08/01/2013


La muerte de Gabriel Giacone nos lleva directamente al dolor de sus familiares.  Nos pone en el lugar del doliente. Desde allí pensamos.  Por un momento, Gabriel es nuestro hijo, nuestro hermano o nuestro amigo.  Y por un momento, también, pensamos que ante la desgracia de perderlo no hay castigo suficiente para el arrebatador de esa vida.  Concluimos que si le pasó a esa familia, también nos podrá pasar a nosotros, mañana mismo, y desde ese temor reclamamos que la Justicia castigue y ejemplifique.  Nos ponemos a salvo.
Más difícil es ponerse en la piel de la otra familia, la del victimario.  Nos cuesta pensar con esa lógica que nos resulta tan ajena.  Nos falta pobreza, desamparo y desesperanza para poder hacerlo.  Nos falta la sucesión de tragedias personales y familiares que terminan formando una personalidad recelosa de los valores sobre los que una sociedad construye su propia garantía de supervivencia.  No podemos entender fácilmente que una vida vale algo sólo si vale la pena vivirla.  No podemos entender así nomás que detrás de un valor social hay un anhelo de felicidad individual y colectivo y que hay quienes parecen haber llegado a esta vida para someterse a la peor de todas las combinaciones.
Nos cuesta pensar desde lo que no somos.
No cabe ninguna duda. El menor que disparó a quemarropas sobre Giacone es culpable de esa muerte y pagará por ella.  Pero no es tan fácil definir quién o quiénes son los culpables de haber dejado que la vida ajena tuviese tan poco valor para ese joven de 16 años que tiró del gatillo.  Lo cierto es que más allá de las sindicaciones posibles esa culpa la pagamos todos, con sufrimiento, con temor, con desencanto.
La sociedad tandilense resolverá rápidamente el conflicto: pedirá el encierro y hasta el linchamiento público del menor y así resolverá la cuestión sin asumirse como parte del cálculo.  Formará en la fila de las víctimas y no en la de los victimarios.  Desconocerá arteramente que decidió mirar para otro lado cuando el destino del victimario se iba encaminando abiertamente hacia la desgracia y, con la suya, a la de tantos otros.
Un menor ya murió y otro morirá en breve, cuando ingrese al sistema carcelario.  O dejará su vida o dejará su dignidad en ese infierno. La dignidad, todo lo que separa a un hombre de un pedazo de carne.  Tandil tendrá dos muertos.  Eso es seguro.  ¿Quién se hará responsable de eso?
Allegados al victimario aseguran que no se trataba de un pibe violento, “bardero”; que no consumía frecuentemente drogas, que no estaba “limado” por el paco o por el pegamento; que no portaba armas.  Aseguran que nunca le había pegado una piña a nadie.  Que a pesar de la pobreza extrema de la familia y de las juntas complicadas del barrio la venía “zafando” bastante bien.  Nunca había sido institucionalizado.
El “Jony” era para sus conocidos un tipo tranquilo, que cada tanto se fumaba un porrito bajo el puente del Langueyú y que, a veces, se iba un poco de boca.   Dicen que estaba presionado por algunos de sus amigos para que demostrara que tenía “huevos”.    Y en la noche del domingo, uno de esos amigos le habría alcanzado el arma para demostrarlo.
Tal vez no fuese tan así.  Tal vez “El Jony” era más bravo que eso, pero pocos se imaginaban al “gordo” tirando de un gatillo.
Lo cierto es que vivió desde siempre en un ambiente donde su destino, el de caer por robo o asesinato, era una posibilidad y no menor.  Tenía amigos muy “quemados” por las drogas, tenía otros que con apenas 15 años andaban, todo el día, armados.  Y en ese escenario, un sinsentido, las ganas de tener las zapatillas de otro, una discusión, una riña, una piba, un piñerío, podía terminar en tragedia.  Y así fue.
Pero también es cierto que no es el único en esa situación.  Y que muchos de los que compartieron momentos con él podrán ocupar su lugar un día de estos.    Hay muchos “Jonys” en Villa Aguirre, en Palermo, en Movediza, en Tunitas.  Hay muchos que ya tienen entre sus destinos posibles la tragedia.  La propia y de otros.  Hay muchos hijos del desamparo, de la violencia, de las violaciones y el abuso y de la pobreza estructural.  Son nietos de abusadores, son nietos de desempleados permanentes, son nietos del resentimiento de una sociedad que promociona lo inalcanzable, sobreestima el éxito y multiplica el fracaso.  Son, todos ellos, lo peor de nuestros sueños de bienestar y, en gran media, son ellos también quienes han pagado el precio de nuestro buen pasar temporario y nuestro egoísmo.
No es futurismo.  Es una cuenta segura.  Nos volverá a pasar como sociedad.   Habrá otros Giacone.  Tal vez alguno de nuestros hijos o nietos ocupen ese lugar en el asfalto.  Cada vez tendremos menos chance de ocultar nuestra hipocresía y deberemos optar.  Podremos pedir y acompañar un fuerte compromiso  del Estado para atender esta situación que lleva décadas o podremos pedir un Estado más eficiente en el castigo carcelario que sigue a la tragedia ya consumada.
Organismos de Nación, Provincia y Municipio son ineficientes para resolver esta cuestión por sí solos.  Pecan de burocracia, de tardanza y de insensibilidad.  Y, como si eso fuese insuficiente, no apoyan, promocionan o estimulan a las organizaciones que trabajan en el terreno en pleno contacto con los problemas.
En Tandil funcionan organismos de todas esas instancias, operan técnicos y personas de todos esos espacios institucionales, llegan fondos de todos ellos y sin embargo el resultado es una contundente goleada a favor del desatino.  El Estado es absolutamente ineficiente para revertir esa situación porque cuenta con nuestra complicidad.  Sabe que en el fondo preferimos mirar para otro lado y hacia allí mira él también.  La política local juega para las “cuatro avenidas” y deja que en los bordes de la ciudad la injusticia haga su propio negocio.
No sirven los horarios “bancarios” de los organismos de contención, no sirven los programas enlatados que llegan casi como “coto político” de sus gerenciadores, no sirven los programas que capacitan para la decepción posterior, no sirven las acciones espasmódicas para dar respuesta a tendencias largas y profundas.
Si treinta años tardó en concretarse este desmembramiento, otro tanto tardará en recomponerse.   Y alguien lo tendrá que encarar.  En serio, como prioridad, con sensibilidad, con recursos, con seguimiento, como una verdadera política de Estado.
Para ello, deberá escucharse a los que saben, los que vienen anunciando que hay que salir a la “calle” a conocerla nuevamente porque las cosas han cambiado y las soluciones deben tejerse a medida.  Y deberá asumirse con responsabilidad una tarea nada sencilla de sensibilizar en ambos sentidos.
Futuros victimarios y futuras víctimas tenemos mucho trabajo por delante, para entendernos y darnos una oportunidad, por fuera de los prejuicios y los lugares comunes. 
Juan Perone

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