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jueves, 10 de octubre de 2013

"Todo abuso sexual es un abuso de poder"



Nicaragua: (2000)Todo abuso sexual es abuso de poder

Poder y sexo aparecen estrechamente ligados en la conciencia masculina dentro de la cultura patriarcal, son las dos llaves maestras del sistema machista. Todo abuso sexual es, antes que nada, un abuso de poder. Desde hace al menos diez mil años, en todo el planeta, la cultura de la especie humana ha sido patriarcal: el poder y sus mecanismos han sido controlados por los varones. Del poder abusan fundamentalmente los varones. Y fundamentalmente abusan contra las mujeres y contra las niñas. Abusan de mil maneras. También con su falo, esgrimido como un arma de dominio con el que obtienen placer y poder, el placer del poder.

En el terreno del poder ejercido a través del sexo hay que situar las violaciones sexuales contra las mujeres, tanto las realizadas contra mujeres que no son pareja de los hombres que agreden, como las violaciones de los hombres contra sus propias parejas. ¿Cómo cuantificar las violaciones sexuales de los esposos contra sus propias esposas? En Nicaragua, éste es un asunto del que no se habla. La especialista Susan Brownmiller señala la existencia de una sicología de masas de la violación. La describe como un proceso consciente de intimidación por el cual todos los hombres mantienen a todas las mujeres en un estado de miedo, y llega a afirmar que esta sicología ha estado presente y ha sido silenciada a lo largo de la historia de la humanidad.

El abuso sexual más grave y traumático es la violación de una niña. Y yendo todavía más al fondo de las turbias aguas de este pozo aparece el incesto, el delito sexual más silenciado en cualquier sociedad del mundo. También en Nicaragua. Según la siquiatra costarricense Gioconda Batres, pionera en América Latina en la investigación sobre el incesto y en el tratamiento a sobrevivientes, el incesto padre-hija, padrastro-hijastra, representa el paradigma de la victimización femenina a través de la sexualidad masculina….
Hogar, amargo hogar...
Así como la violación sexual "clásica" -la de un momento, la que tiene como escenario una calle oscura, un rancho monte adentro o un predio de la ciudad- comporta casi siempre lesiones, gritos, resistencia frente a la imposición de la fuerza física del varón sentida claramente como violencia, agresión y daño, el incesto, en una gran mayoría de casos, tiene otro escenario: no hay gritos sino silencio, no hay resistencia en la víctima sino perplejidad y un miedo paralizante, el abusador no ejerce el poder de la fuerza sino la fuerza del poder. Para la niña la confusión antes, durante y después del abuso sexual es total: por qué me hace esto, qué debo hacer yo... Generalmente, el incesto no deja lesiones externas. Las huellas quedan muy adentro, tanto en el tejido del cuerpo como en el de la mente y en el del espíritu. A veces tiene que pasar mucho tiempo para que se pueda dimensionar la magnitud de los daños.

Otra característica que marca una diferencia es que después de una violación "clásica", el violador huye mientras la víctima da paso a su rabia e indignación. Los límites entre una y otro están totalmente claros. Después del incesto todo es confuso. La víctima queda impotente ante un hombre al que quiere y respeta y que puede mostrarse "cariñoso". A veces hace regalos, a veces chantajea, a veces amenaza. Siempre pide guardar el secreto. Y siempre se queda ahí, en "el lugar del crimen", omnipotente y seguro entre las cuatro paredes de la casa y cerca de su víctima. Al terminar de actuar, sólo se quita una máscara y se pone otra, la del hombre responsable.

No es fácil asomarse a todas las claves de esta tragedia, no resulta sencillo bucear en las razones del silencio y la "pasividad" de las víctimas, que a veces callan durante muchos años, durante toda una vida, profundamente heridas y confundidas. En ocasiones es más fácil creer que las jóvenes inventan el incesto o disfrutan de él que cuestionar todo un sistema familiar y social que posibilita estos hechos, afirmó en el Simposium la mexicana Esperanza Reyes Carrión, coordinadora de un Centro Integral de Apoyo a la Mujer de México DF, que recomendó desgenitalizar la perspectiva con que miramos este delito para poder enfrentarlo eficazmente: No hay que centrar el problema en lo sexual sino en el ejercicio del poder.

http://www.envio.org.ni/articulo/1029

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