Link Nota › LA VIOLENCIA SEXUAL CONTRA NIÑOS Y NIÑAS EN CIFRAS
Radiografía de un problema
De los números compilados por dos equipos del
Ministerio de Justicia, la autora toma los de la ciudad de Buenos Aires
para trazar un paradigma de los delitos contra la integridad sexual en
el país y sobre su atención.
Por Eva Giberti(para Pagina/12)
“En Occidente la sexualidad no es lo que callamos, no es lo que estamos obligados a callar, es lo que estamos obligados a confesar”.
M. Foucault, Los anormales.
En la presentación de estos datos se combina el trabajo de dos
equipos del programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos: el Equipo de Violencia Familiar (que
desde octubre de 2006 hasta octubre de 2011 asistió y acompañó
interviniendo en domicilio a 11.868 victimas) y el Equipo de Violencia
Sexual que se inauguró en abril de 2006, durante la gestión del
presidente Néstor Kirchner y procede hasta la fecha. Solamente incluiré
los datos del equipo que se ocupa de delitos contra la integridad sexual
(Violencia Sexual) seleccionando la estadística a partir del año 2008
para no abundar en cifras.
Las que se publican en esta página corresponden a la ciudad, de
Buenos Aires y permiten evaluar dimensiones de la violencia de género
que habitualmente quedan lateralizadas ante la presencia homicida de la
violencia contra las mujeres. No obstante, nuestra actividad en
distintas provincias, entrenando a quienes deben intervenir ante estos
episodios, ratifican los datos. Que se reiteran en América latina.
Solamente en nuestro país, y mediante el programa mencionado, se
inauguró una estrategia que se aplica cuando debe intervenir en estos
casos, y un acompañamiento de las víctimas en servicios hospitalarios,
en áreas jurídicas y familiares. Como consta en las memorias del
programa y en la información popular que solicita nuestra presencia.
Los niños y niñas, que en los cuadros se diferencian por los colores
tradicionales, rosa y celeste, son víctimas de los adultos,
prioritariamente padres, abuelos, compañeros de la madre, tíos o
hermanos mayores. Es decir, forman parte de las violencias de género que
se desarrollan dentro del ámbito familiar. Documentos espeluznantes
escritos por Tardieu, médico especialista en anatomía patológica
publicados en 1850 refiriéndose a los padres, sumados a los juicios a
violadores desconocidos, a partir del año 1616 (N. Chorier, Vigarello,
.G y otros), nos advierten que no enunciamos novedades.
La mayoría de estos datos han sido acompañados por denuncias (lo
cual no garantiza la sanción del agresor), pero un porcentaje
significativo corresponde a los datos que obtenemos cuando se solicita
nuestro acompañamiento y quien solicita ayuda no desea denunciar.
Suponemos que cuando determinadas informaciones se exponen
detalladamente en los medios de comunicación sirven como inspiración
para quienes asumen el delito contribuyendo en la desaparición de los
que deberían ser sus frenos inhibitorios y sociales. La catarata de
femicidios, que desde una mirada ingenua se suponen “copia” de otro
anterior, nos evidencia las posibilidades homicidas de determinados
sujetos, propias de quienes eligen aniquilar dichos frenos inhibitorios
–que quizás no se incluyeron en su desarrollo– para gozar mediante el
homicidio de una víctima mujer. Tema para la Criminología y la
Psicología. Podemos suponer que los datos publicados se constituyen en
fuentes de inspiración para el asesino, porque los femicidios por
quemazón/incendio de la víctima se reiteran –aunque existieran
precedentes– a partir de fines del año 2009, cuando Wanda Taddei
instituyó el suplicio.
Pero, cuando se trata de agresiones a niños y niñas, los precedentes
son históricos, están fechados hace siglos. Si exceptuamos la
victimización de las criaturas mediante la pornografía, que precisa de
la técnica del cine y del video, los ataques sexuales a niñas y niños se
remontan en el tiempo y parecería que los victimarios domésticos o
callejeros no precisaran nuevas formas de inspiración.
La mostración de los hechos horrendos suele incomodar a determinado
público. Pero horrorizarse es el inicio de un despertar. Los hechos
violentos contra los chicos y las niñas se encubren con la nomenclatura
del “abuso sexual”, que neutraliza y difumina las características del
ataque. Los adultos eligen ese lenguaje –que es el que los códigos
promueven– en tanto y en cuanto aquieta la mente y posterga el saber.
El equipo que interviene ante el pedido de auxilio por violencia
sexual, en el año 2011 realizó 1010 intervenciones, se atendieron 937
víctimas de delitos contra la integridad sexual, de las cuales 485
fueron niños, niñas y adolescentes. O sea, la proporción de
intervenciones ante la solicitud de auxilio y acompañamiento aumentó en
relación con el año 2010.
(Ver cuadros 1 y 2)
![](http://www.pagina12.com.ar/fotos/20120318/notas/c1.jpg)
![](http://www.pagina12.com.ar/fotos/20120318/notas/c2.jpg)
Hasta aquí, las evidencias hablan el lenguaje de los gráficos. Sin
embargo, encerrado en cada cifra hay una descripción aportada por la
víctima, cuyas edades oscilan entre los cero años (bebés) y los 18. Con
un corte de cero a cinco años que no incorporo en este artículo.
(Ver cuadros 3 y 4)
![](http://www.pagina12.com.ar/fotos/20120318/notas/c3.jpg)
![](http://www.pagina12.com.ar/fotos/20120318/notas/c4.jpg)
Ante estas lecturas se producen varias reacciones. La primera, racional y angustiada, pregunta qué se hace con estas criaturas.
Otra reacción lógica: ¿no se detiene a los atacantes?
Otra reacción emocional intensa: pero esos no son padres, son monstruos.
También se pregunta: y ustedes, ¿qué hacen frente a estas cosas?
Es decir, múltiples reacciones, pero raramente surge la reflexión.
¿Qué sucede con las familias, con los adultos? y ¿de qué se trata la
famosa frase de la Convención de los Derechos del Niño: el niño, la niña
son sujetos de derecho?
Buscar culpables, más allá de los atacantes, paradójicamente reduce y
amplía el problema al institucionalizarlo porque se encuentran muy
rápidamente las responsabilidades de los otros. Que sin duda existen.
Existimos. Pero si se produce un corrimiento del conflicto hacia lo
jurídico y lo administrativo característico del liberalismo, se
desemboca en un “desplazamiento de la política”, como diría Chantal
Mouffe. Y el abordaje del tema exige, o por lo menos propone, un
quehacer político que sostenga las luchas contra estos delitos.
Si ilustro con estos gráficos, producto del trabajo profesional de
los equipos intervinientes en terreno y de los equipos de estadística e
informática que forman parte del programa Las Victimas contra las
Violencias, es porque la denominada violencia de género, que orienta la
atención hacia las mujeres golpeadas, arriesga un deslizamiento
ideológico que podría capturar las alternativas de estas violencias
mediante el efecto de fascinación que la frase ejerce, al mismo tiempo
que oscurece la figura del patriarcado. ¿O de dónde se supone que
provienen los ataques sexuales a estas víctimas de cero a cinco, de seis
a diez y de once a quince?
Las respuestas, análisis y consideraciones resultantes de estas
evidencias no son las que podrían incorporarse en un artículo que,
además, precisaría instalar una serie de matices. Esta publicación
corresponde al derecho que tiene la ciudadanía de estar informada y
conocer las estadísticas disponibles.
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